Soria. 30.12.2012

Hay un lugar aquí que hoy se muestra nítido y accesible. Quitanieves que aturden el rumor de la madrugada. Gatos que se escurren entre los dedos y miran, con sus ojos amarillos como luciérnagas, un paisaje desierto de este a oeste. Una vereda de tierra en carne viva. Descarnada a manos de esta luz naranja de farolas solitarias. Esta luz agónica, casi líquida, que se derrama contra las piedras.

La mujer desnuda frente al espejo -cualquier eva- arranca con sus dientes un mordisco de manzana. Frente a ella, un vidrio entreabierto delata la mirada del otro. La sombra alargada del vecino insomne del 3º B. El piano que suena desde las 12. El vaso roto contra el asfalto. Los zapatos cobardes de alguien, que cruza la noche sin ser visto, deliberadamente.

El mundo en parada cardíaca.

En definitiva, nada parece augurar que llegarán días mejores. Madrugadas que atravesar a la intemperie, libres de equipaje.

Comenzamos.